El popular actor volverá a hacer temporada en Mar del Plata. Mostrará en el teatro Bristol un perfil diferente, en el marco de un texto de Florencia Naftulewicz, con dirección de Francisco Lumerman, que fue pensado para el off y apela al intimismo y la emoción.
Camaleónico, inquieto, risueño, curioso, Miguel Ángel Rodríguez descansa en Mar del Plata, mientras calienta motores de cara a una nueva temporada en la ciudad, con “Quieto”.
El popular actor, conocido por sus participaciones en ciclos humorísticos y tiras costumbristas, tendrá la oportunidad de compartir -en el marco de una temporada comercial de verano- una faceta totalmente distinta, con esta obra co-protagonizada y escrita por Florencia Naftulewicz y dirigida por Francisco Lumerman.
Se trata de una comedia dramática, estrenada en febrero de este año en el circuito Off porteño. Es la primera incursión del experimentado actor en este segmento que, entre otros desafíos, lo enfrenta a encarnar a un personaje, sin moverse de un sillón. Pero con un texto, con una historia intimista, costumbrista y profunda que apela a una fibra que maneja al dedillo: la emoción.
“Quieto” es la obra del rubro “Joyita” del esquema de trabajo del productor teatral Carlos Rottemberg e irá de martes a lunes, durante toda la temporada, desde la primera semana de enero.
“Carlos -Rottemberg- la fue a ver un viernes, nos esperó para saludarnos, el sábado ya estábamos hablando de algo más profundo y el lunes ya estábamos haciendo la ceremonia de poner el dedo, que tanto nos gusta y tanto significa”, compartió Miguel Ángel Rodríguez en una charla con LA CAPITAL desde el Hermitage Hotel, donde descansa unos días con su familia.
Si bien lo había deseado, hasta este año no le había llegado la oportunidad de incursionar en el teatro independiente.
-¿Cuál fue la primera fibra que te tocó el texto?
-La historia, tan sencillamente hermosa, emotiva. Tiene todos los ingredientes… Es como si hubiera estado hecha para Sandrini. Es la historia de un padre y una hija, él está viudo hace dos años y se quedó encerrado en su departamento, con el dolor atravesado. No ha podido avanzar de esa etapa. Y la hija, después de un mes y medio que no lo ve personalmente por los hijos, el trabajo, el marido, todo y el duelo, lo encuentra encerrado, en pijama, con la cocina que no está condiciones, quieto.
-Una historia muy reconocible.
-Todos nos podemos sentir interpelados porque o viviste algo similar, o te hace acordar a alguien. Y llegó en un momento en el que mi papá vivía, se fue hace un mes, con 94 años y siento que por algo me llegó esta obra en este momento. Y con un texto que me admiró muchísimo, porque son diálogos muy costumbristas, muy sencillos, para todo el mundo.
-Es, además, un salto del off, al teatro comercial, en una temporada de verano, en Mar del Plata. Una apuesta…
-Es una situación que a uno lo encuentra tranquilo, no digamos holgado, pero tranquilo. Es teatro independiente, hacemos una cooperativa y hoy no me fijo en recaudar, sino en la obra. Y esta pieza dice tanto. Es una hora de obra perfecta, es muy difícil que la gente no salga atravesada. Además tiene un decorado hermoso, chiquitito, muy intimista que nos ha dado resultado, tanto en la sala de Nün, como en otras en las que hemos girado, más grandes, como la Bristol en la que vamos a estar esta temporada. Han trabajado profesionales muy grandes, muy grosos que con los aspectos técnicos logran meter a la gente ahí, con ese padre y esa hija. Es muy difícil, que la gente no salga movilizada.
-Es una temática universal, pero cobra un sentido muy actual, en un momento en el que el mundo gira sin parar y la sociedad no es muy empática con el duelo, con la depresión.
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-Renzo, mi personaje, tiene 88, 89 años, una vida hecha, con su mujer y sus dos hijos, pero fundamentalmente él y su mujer, esa simbiosis que generan algunos matrimonios. Y el queda muy herido con esa pérdida.
La mujer siempre sale adelante, tiene otra capacidad mental, no es que no sufra, pero como ser humano es extraordinaria, el duelo, la viudez, los lleva de otra forma. El nombre cae bastante y en esa simbiosis de Renzo con su mujer el cayó mucho. Además, y Flor lo marcó muy bien, para este hombre es muy dificultoso dar un abrazo, ser afectuoso. No lo puede hacer. Quiere, ama, pero desde lejos y ahí está el reclamo de ella.
“Está bien que el público quiere ver el glamour, el agradecimiento, las caras felices del mundo del espectáculo y no quiero entrar en ninguna cuestión política, en la queja, no me gusta. Pero la realidad es que tiene trabajo el 10 por ciento de los artistas”.
-No hay buenos ni malos.
-El mensaje lleva a meterte tanto que en un momento lo querés, al siguiente no, empatizás con la hija, después no, porque está muy bien definido que no somos perfectos. El talento de Flor para escribir es impresionante, tiene una mirada muy concreta de la sociedad. No se la pueden perder, es única. Apela a la emoción, también a la risa, aunque a veces es de nervios, es para salir de una situación incómoda. Renzo tiene una forma de ser muy particular, un humor ácido, se arrima mucho a lo políticamente incorrecto.
-Siempre estás buscando cosas diferentes, no sos de encasillarte en una fórmula que te dio resultado…
-Yo soy de los que creen que en la variedad está el gusto, aunque es el público el que te puede encasillar y hay que convencerlo de que podés hacer otro rol. Y eso que no me considero ni prestigioso, ni popular, ni nada. Me creo un artista que no se come ninguna situación ni ningún personaje. Ningún personaje que he encarnado encuadra conmigo, ninguno de los que he interpretado soy yo yo.
Juego a todo eso y en el juego invito a que la gente juegue con nosotros. Algún juego lo hago mejor, alguno peor. Pero se me van presentando oportunidades y me encanta. Me pasó con Edmond para la reapertura del Alvear y me llamaron del San Martín- ¡Yo en el San Martín! No lo podía creer.
-Y estás con “Barrabrava”.
-Sí, con el personaje del Oveja. Y ahora viene otra: una en Disney en la que hago un veterinario, un abuelo. Después va a venir una que se llama “Las reglas del boxeador”, que es un personaje muy violento. Y juego a todos esos juegos, pero juego hasta que dicen corte. También me gusta eso, no sé por qué, nunca me lo pregunté ni lo analizo. Lo hago naturalmente.
– A Mar del Plata hace mucho que no venías a hacer temporada.
-Hace tiempo, desde 2016 con Toc Toc. Pero he venido desde el año 80 por primera vez.
-¿Cómo analizás la propuesta en una temporada que va a ser particular por la situación económica?
-Argentina es un problema para cada solución, siempre estamos con lo mismo. El mundo está revuelto y a Argentina siempre le toca la peor parte. Además estamos nosotros adentro, yo que sé, pero siempre te da el changüí. En el rubro nuestro una obra más, una obra menos, a alguna no le va a ir bien, pero también el camino se hace de los fracasos, no sólo de éxito. Espero que sea bueno para todos, en general porque nuestro rubro está bastante afectado. Está bien que el público quiere ver el glamour, el agradecimiento, las caras felices del mundo del espectáculo y no quiero entrar en ninguna cuestión política, en la queja, no me gusta. Pero la realidad es que tiene trabajo el 10 por ciento de los artistas. Hay otros que hacen otra cosa, por supuesto, tienen que vivir, pero de sus pasiones, de lo que quieren hacer realmente, no hay mucho laburo, en la tele no hay producción. Así que, permítanme que me defienda. Hago propias palabras de Carlitos Rottemberg: “yo soy independiente, tengo mis teatros y si tengo un boletero que me roba, que me ha pasado, hecho al boletero, pero no cierro el teatro”. ¿Cómo van a cerrar el Incaa? Hay organismos similares al Incaa en todo el mundo, que mueven el rubro.